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VIOLENCIA A LA LEY
Cuando Dios legó Su Ley para que rigiera en la entonces recién creada nación de Israel, fue muy enfático sobre a quién se dirigía:  a Su pueblo, al pueblo de Israel. Pero no debemos presumir que ese pueblo de Israel fuera tan solo los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob y los 12 patriarcas, pues cuando el pueblo de Israel salió de Egipto, también salió con él una diversidad de gente. Observe:

“Y partieron los hijos de Israel de Ramesés a Sucot, como seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños. Y también subió con ellos grande multitud de diversa suerte de gentiles; y muchísimas ovejas y vacas.” Ex 12:37 y 38.

Pero esa complejidad de personas formaba un solo pueblo, y por eso dijo Dios: “La misma ley será para el natural y para el extranjero que
viva entre vosotros.” Ex 12:49.

Y se percibe que ello fue dicho al principio, poco tiempo después de la salida del pueblo de Egipto, antes de que la Ley de Dios fuera ratificada en el monte Sinaí. Y antes de lo ocurrido, cuando el pueblo salió en búsqueda de alimento el séptimo día, sábado, Dios inquirió de Moisés:
“Seis días lo recogeréis; pero el séptimo día es sábado, en el cual no será hallado. Aconteció que algunos del pueblo salieron para recoger en el séptimo día, y no hallaron nada. Y Jehovah dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo rehusaréis guardar mis mandamientos y mis instrucciones? Mirad que Jehovah os ha dado el sábado, y por eso en el sexto día os da pan para dos días. Permanezca cada uno en su lugar; nadie salga de allí en el séptimo día. Así reposó el pueblo el séptimo día.” Ex 16:27-30.

Notemos que el incidente ocurrió antes de que la ley fuera confirmada terrible y altisonantemente ante toda la congregación que salió de Egipto.

Alguien podría objetar que, como el pueblo había apenas salido de Egipto, aún sin conocer debidamente las exigencias de la ley, Dios no debería haber sido tan riguroso. Pero la Israel descendiente de los patriarcas conocía la ley, la cual había recibido de su padre Jacob, quien la había recibido de Isaac, y este a su vez de Abraham. Pues dicen las Escrituras:

“Y el Señor dijo: ¿habiendo de ser Abraham en gran gente y fuerte, y habiendo de ser benditos en él todos los gentiles de la tierra? Porque yo lo he conocido, sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino del Señor, haciendo justicia y juicio, para que haga venir el Señor sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él.” Gn 18:17-19.

A partir de las escrituras concluimos que algunos de los israelitas que peregrinaron en la tierra de Egipto no eran diligentes sobre la observación de la ley; de la misma manera, los que salieron junto con el pueblo de Israel podían suponer que no había necesidad de observar la Ley de Dios rigurosamente. Dios soportó la mala costumbre de ese pueblo durante cuarenta años en el desierto, y Lo llevó a mencionarlo:

“Cuarenta años combatí con la nación, y dije: Pueblo es que yerra de corazón, que no han conocido mis caminos.” Sal 95:10.

Cuando Dios nos llama hacia Él, lo hace con firmeza, pues dicen las Escrituras:

“Y habéis ya olvidado la exhortación que se os dirige como a hijos: Hijo mío, no tengas en poco la disciplina del Señor ni desmayes cuando seas reprendido por él. Porque el Señor disciplina al que ama y castiga a todo el que recibe como hijo.” Heb 12:5 y 6.

Por consiguiente, el niño no entiende el lenguaje del amor. Es inútil pretender enseñar a un niño a través de palabras suaves, porque no las comprende. Sin embargo, corregir no solo permite entender sino también practicar, debido al miedo a la disciplina.

Si aún siendo tratado duramente el pueblo no se corregía, a pesar de los escarmientos ejemplarizantes, ¿cómo sería si Dios los tratara con blandura?

Y Dios los trató con firmeza desde el principio, puniendo a los transgresores para no dejar que el mal prosperara en medio a la congregación y para que les sirviera de ejemplo. Observe:

“Había entre los israelitas un hijo de madre israelita y de padre egipcio; un día tuvo una riña con un israelita dentro del campamento y pronunció de manera blasfema el nombre divino. Su madre se llamaba Selomit, hija de Dibri, de la tribu de Dan Llevado ante Moisés, lo mantuvieron detenido hasta que la palabra del Señor les revelara lo que debían hacer con él. El Señor habló a Moisés y le dijo: Saca al blasfemo fuera del campamento. Que todos los que lo oyeron blasfemar pongan las manos sobre su cabeza, y que toda la comunidad lo apedree. Después te dirigirás a los israelitas y les dirás: Todo el que maldiga a su Dios, cargará con las consecuencias de su pecado. Y el que blasfeme contra el nombre del Señor será castigado con la muerte: toda la comunidad lo apedreará; sea extranjero o sea nativo, si blasfema contra el nombre divino, morirá. Juzgarán con el mismo estatuto al extranjero que al nativo. Yo soy el Señor, su Dios. “Lv 24:10-16 y 22.

Incluso no habían privilegios sobre la observación de las leyes otorgadas tanto por Dios como a traves de Moisés con respecto de aquellos que peregrinaban en medio del pueblo de Israel. Observe:

“La misma ley será para el natural y para el extranjero que viva entre vosotros.» Ex 12:49.

“El mismo estatuto tendréis, tanto para el extranjero como para el natural de la tierra.” Nm 9:14, ú.parte.

“Tendrán un mismo estatuto para ustedes y para el residente extranjero. Esta será una norma perpetua, válida para todos sus descendientes.

Tanto tú como el extranjero serán iguales ante el Señor.” Nm 15:15.
En lo tocante al pecado, los peregrinos no estaban exentos de la ley que lo regía. Observe:

“Tanto el natural de entre los hijos de Israel como el extranjero que resida entre ellos tendrán una misma ley respecto al que cometa pecado por inadvertencia.” Nm 15:29. Lv 7:7.

Pero los sacerdotes hicieron y hacen distinción de personas en la ley, y por eso Dios dijo a través de Malaquías:

“Por eso, yo también os he hecho despreciables y viles entre todo el pueblo, puesto que no habéis guardado mis caminos y hacéis distinción de personas con respecto a la ley.” Ml 2:9.

Como vemos, los caminos del Señor son Su ley, que desde hace mucho tiempo los sacerdotes no observan, diferenciando a las personas en ella.
Y, en Su nueva resolución, el Espíritu Santo dejó muchas advertencias para que eso fuera terminantemente expulsado del pueblo santo. Observe:

“Si de veras cumplís la ley real conforme a las Escrituras: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, hacéis bien. Pero si hacéis distinción de personas, cometéis pecado y sois reprobados por la ley como transgresores. Porque cualquiera que guarda toda la ley pero ofende en un solo punto se ha hecho culpable de todo.” St 2:8 a 10.

¿Cuál es esa ley de la cual habla el Espíritu Santo a través de Tiago? Es la Ley de Dios. Pues anteriormente dice: “La ley real”. Y lo confirma el siguiente texto que dice: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo, hacéis bien”. Y aún más: “Pero si hacéis distinción de personas, cometéis pecado y sois reprobados por la ley como transgresores”.

Sin embargo, los sacerdotes del presente, incluso obreros y pastores, insisten en decir que la ley que Dios transmitió a través de Sus profetas y que fue santificada en el Sinaí fue tan solo para el pueblo de Israel, refiriéndose a la Israel de Palestina o nominal. Verificaremos si es realmente así: “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Diosatestiguada por la ley y los Profetas. Esta es la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo para todos los que creen.
Pues no hay distinción.” Ro 3:21 y 22.

Esa justicia de Dios, tan combatida y distorcida, está patente en las letras de las Sagradas Escrituras y dice clara y perentoriamente:

“Tus mandamientos son la justicia.” Sal 119:172, ú.parte.
“Y tu justicia es justicia eterna.” V. 142, p.parte.

De esta forma, observar la justicia de Dios nos exime de la ley de ordenanzas que el Señor nos legó a través de Moisés.

Pero esos sacerdotes hodiernos, tal como en el pasado, dicen que no existe ni uno justo. Y para eso se estriban en el siguiente texto bíblico:

“Jehovah miró desde los cielos sobre los hijos del hombre para ver
si había algún sensato que buscara a Dios. Pero todos se habían desviado; a una se habían corrompido. No había quien hiciera el bien; no había ni siquiera uno.” Sal 14:2 y 3.

Aún así, no advierten los versos que siguen y que dicen: “¿Acaso todos los que obran iniquidad no saben que comen
a mi pueblo como si fuera pan, y que a Jehovah no invocan? Allí temblarán de espanto, porque Dios está con la generación de los justos.” Sal 14:4 y 5.

Como vimos, Dios miró hacia los hijos de los hombres,  pues luego habla de Su pueblo, que los impíos comen como si comieran pan afirmando aun que Dios está en la generación de los justos.

A pesar de ello, los que ese concepto niegan están excluidos del pueblo de Dios y con justicia se denominan hijos de los hombres, siendo como los judíos que se consideraron indignos de la vida eterna. He 13:46.

Entonces, ¿cuáles son los justos, los cuales separa Dios entre ellos y los hijos de los hombres? Observe:

“Hijos míos, que nadie los engañe; el que practica el bien es justo, como Jesús es justo.” 1 Jn 3:7.

Y los demás religiosos, que también se consideran hijos de Dios, ¿de quién son hijos? Nos responde el Espíritu Santo a través de Juan. Observe:

“En esto se distinguen los hijos de Dios de los hijos del diablo: Quien
no practica el bien ni ama al hermano no es hijo de Dios.” 1 Jn 3:10.

“Y no existe diferencia entre judío y no judío, ya que uno mismo es el Señor de todos, y su generosidad se desborda con todos los que lo invocan.” Ro 10:12.

Por otro lado, en ese aspecto dicen que todos son amados de Dios y que son hijos de Dios. Veamos:

“No es que haya fallado la palabra de Dios; porque no todos los nacidos de Israel son de Israel, ni por ser descendientes de Abraham son todos hijos suyos, sino que: en Isaac será llamada tu descendencia. Esto quiere decir que no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios; más bien, los hijos de la promesa son contados como descendencia.” Ro 9:6-8.

¿Por qué?

“Porque no es judío el que lo es en lo visible, ni es la circuncisión la visible en la carne; sino más bien, es judío el que lo es en lo íntimo, y

la circuncisión es la del corazón, en espíritu y no en la letra. La alabanza del tal no proviene de los hombres, sino de Dios.” Ro 2:28 y 29. Y dice más el Espíritu Santo a través del apóstol en otra epístola:
“Siendo, pues, que habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. Ocupad la mente en las cosas de arriba, no en las de la tierra;
porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Y cuando se manifieste Cristo, vuestra vida, entonces también vosotros seréis manifestados con Él en gloria. Por lo tanto, haced morir lo terrenal en vuestros miembros: fornicación, impureza, bajas pasiones, malos deseos y la avaricia, que es idolatría. A causa de estas cosas viene la ira de Dios sobre los rebeldes. En ellas anduvisteis también vosotros en otro tiempo cuando vivíais entre ellos. Pero ahora, dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia y palabras groseras de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros; porque os habéis despojado del viejo hombre con sus prácticas, os habéis vestido del nuevo, el cual se renueva para un pleno conocimiento, conforme a la imagen de aquel que lo creó. Aquí no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, ni libre; sino que Cristo es todo y en todos.esclavo Por tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, vestíos de profunda compasión, de benignidad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia, soportándoos los unos a los otros y perdonándoos los unos a los otros, cuando alguien tenga queja del otro. De la manera que el Señor os perdonó, así también hacedlo vosotros. Pero sobre todas estas cosas, vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Cristo gobierne en vuestros corazones, pues a ella fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite abundantemente en vosotros, enseñándoos y amonestándoos los unos a los otros en toda sabiduría con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando con gracia a Dios en vuestros corazones.” Col 3:1-16.

Como vimos, nadie escapa de la condición que Dios ha impuesto, que es el conocimiento de Cristo, por quien morimos para el mundo y nos revestimos del hombre nuevo que se renueva para el conocimiento. Pero sobre todo, vistiéndonos de amor, que es el vínculo perfecto.
Pero, ¿qué conocimiento? ¿Y cuál es ese amor, que es el vínculo de la perfección? Observe:

“El que dice: "Yo le conozco" y no guarda sus mandamientos es mentiroso, y la verdad no está en él. 1 Jn 2:3. Pues éste es el amor a Dios: que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos.” 1 Jn 5:3.

“Tú te llamas judío, te apoyas en la Ley y te glorías en Dios; conoces su voluntad e, instruido por la Ley, apruebas lo mejor; estás convencido de que eres guía de ciegos, luz de los que están en tinieblas, instructor de los ignorantes, maestro de niños y que tienes en la Ley la forma del conocimiento y de la verdad. Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de robar, ¿robas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? Tú que te jactas de la Ley, ¿con infracción de la Ley deshonras a Dios?, pues, como está escrito: «El nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros.» La circuncisión, en verdad, aprovecha si guardas la Ley; pero si eres transgresor de la Ley, tu circuncisión viene a ser incircuncisión. Por tanto, si el incircunciso guarda las ordenanzas de la Ley, ¿no será considerada su incircuncisión como circuncisión? Y el que físicamente es incircunciso, pero guarda perfectamente la Ley, te condenará a ti, que con la letra de la Ley y la circuncisión eres transgresor de la Ley. No es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu y no según la letra. La alabanza del tal no viene de los hombres, sino de Dios.” Ro 2:17-29.

Y el Señor ya había denunciado esa deshonra a través de otro profeta, observe:

“El hijo honra al padre y el siervo a su señor. Si, pues, yo soy padre, ¿dónde está mi honra?; y si soy señor, ¿dónde está mi temor?,
dice Jehová de los ejércitos a vosotros, sacerdotes, que  menospreciáis mi nombre y decís: “¿En qué hemos menospreciado tu nombre?” Ml 1:6.

Pero esos sacerdotes no saben que la Ley de Dios es el nombre del Señor. Y el Espíritu Santo confirma, instruyendo a Salomón:

“No sea que, una vez saciado, te niegue y diga:  «¿Quién es Jehová?», o que, siendo pobre, robe y blasfeme contra el nombre de mi Dios.” Pr 30:9.

Y como no hay acepción de personas, advierte el Espíritu Santo por Pablo:

“Y vosotros, amos, haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que para él no hay acepción de personas.” Ef 6:9.

Y dice más aún:

“Pero el que actúa con injusticia recibirá la injusticia que haya cometido, porque no hay acepción de personas.” Col 3:25.

Y lo que vemos hoy es lo que ya había sido predicho. Observe:

“¡Ay de la ciudad rebelde, manchada y opresora! No escucha la voz, ni recibe la corrección. No confía en Jehovah, ni se acerca a su Dios. Sus magistrados en medio de ella son leones rugientes. Sus jueces son lobos vespertinos que no dejan hueso para la mañana. Sus profetas son insolentes y hombres traicioneros. Sus sacerdotes han contaminado el santuario y hacen violencia a la ley.” So 3:1-4.

Oli Prestes
Missionero

Traduzido por Verónica Colasanto
oliprest
Enviado por oliprest em 04/08/2018
Alterado em 04/08/2018


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Imagem de cabeçalho: raneko/flickr